RINCÓN LITÚRGICO #18: LA LUZ


Durante la cincuentena Pascual encendemos en todas las celebraciones el Cirio Pascual. También en la ceremonia del bautismo y en las misas de exequias. En todos los actos encendemos al menos dos velas que son signo de la presencia de Cristo (“donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”).

Se puede comprender fácilmente que esas dos velas o el cirio Pascual, no tienen una función práctica, sino simbólica. A esto ya estamos acostumbrados. En nuestras conmemoración muchas cosas no tienen un sentido funcional, sino simbólico, y tenemos que comprender su significado y no reducirlo a una función práctica.

La noche de la luz

A lo largo del año litúrgico hay una celebración en la que la luz es protagonista: la Vigilia de Pascua. Se comienza en torno al fuego del que se enciende el cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado. Los elegidos reciben esta luz de Cristo resucitado y caminan unidos hacía la nueva Jerusalén representada por  la iglesia en la que ser realizada la conmemoración de la Vigilia.

Es posible que pase desapercibido que el Cirio Pascual, además de la cruz, que suele resultar suficientemente visible, tiene también las letras griegas “alfa” y “omega”, la primera y la última del alfabeto griego y que representan a Cristo, reconociéndolo como principio y fin del universo.

En los bautismos y las exequias

Desde la noche de la Vigilia de Pascua, ese Cirio nuevo iluminará las ceremonias del bautismo y de las exequias.

En los bautismos estará encendido el Cirio, porque el que es bautizado participa de la muerte y de la resurrección de Cristo. El recién bautizado (o sus padres) recibirá una vela que se enciende del Cirio Pascual, simbolizando así lo que sucede al recibir el agua y el Espíritu Santo: se recibe la vida del mismo Cristo simbolizada en la luz. Por eso en los primero siglos se hablaba del bautismo como “iluminación”.

En las exequias, cuando despedimos a nuestros hermanos, el Cirio Pascual está presente. Si estuvo presente en el comienzo de la vida cristiana de esa persona que ahora despedimos, también, esa luz de Cristo está presente cuando lo despedimos. El Cirio Pascual de nuevo es signo de la presencia de Cristo que acompaña al fallecido durante toda su vida y de manera especial en el momento de abandonar este mundo.

Las velas en nuestras celebraciones

En la celebración de la misa, y en otras, colocamos en el altar, o muy cerca de él, dos o más velas, según la solemnidad que se celebre. Se trata de una práctica de la que tenemos certeza de que ya se realizaba en el siglo XI, pero que probablemente deriva de otra más antigua: acompañar la entrada del sacerdote (u obispo) en la procesión inicial, como símbolo de respeto y de la presencia de Cristo. De una manera o de otra, las velas recuerdan y significan la presencia de Cristo “donde dos o más están reunidos en mí nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

En los primeros siglos a la hora de vísperas, se empezaba esta oración con el encendido de varias lámparas. Al principio debió de tener un sentido práctico, pero pronto se le dio un sentido simbólico. Este lucernario sólo se mantiene hoy día en nuestra Vigilia Pascual.

En las celebraciones más cotidianas, son dos velas las que se encienden, pero en las fiestas más importantes son cuatro o seis. Cuando es el obispo el que celebra la misa se enciende una séptima vela, signo de la plenitud de la presencia del Señor.

Además en nuestra iglesia, junto al Sagrario, siempre hay un luz encendida. El simbolismo es el mismo: nos recuerda la presencia de del Señor en el Sagrario, pero también nos invita a la adoración.


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