RINCÓN LITÚRGICO #2: DAR LA PAZ

DAR LA PAZ                          10-Diciembre





Nos tenemos que remontar al mismo San Pablo que habla en varias ocasiones (Romanos 16, 16; 1 Cor 16, 20; 2 Cor 13, 12) del “ósculo de la paz”. En aquellos primeros siglos este beso de la paz, se realizaba al terminar la liturgia de la Palabra, justo antes de empezar la liturgia eucarística, como recordando aquellas palabras del Señor: “si tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, y vete a reconciliar con tu hermano”. Este momento de dar la paz, extraño entre nosotros, se conserva entre  nuestros hermanos orientales, en la liturgia ambrosiana y en la liturgia mozárabe.

 Es el Papa Inocencio I (en el siglo V) el que determina que se realice al terminar la plegaria eucarística. Y con San Gregorio Magno pasa a ocupar el momento actual como preparación a la comunión.

Durante siglos este gesto se realizaba con un sentido semejante al actual: se daba la paz entre los asistentes.  Pero en el siglo XI se introduce una novedad –al menos en las celebraciones más solemnes-: El sacerdote besa el altar, como  recibiendo la paz del mismo Cristo, y después abrazaba al diácono, este a los otros ministros, que a su vez  daban la paz a los asistentes a la celebración. Se trataba de un signo de que la verdadera paz nos viene de Cristo.

 

En la actualidad.

Es uno de los gestos, que después del Vaticano II, han recuperado su sentido original, el de los primeros diez siglos, aunque se ha mantenido como preparación a la comunión.

Para entender el verdadero sentido de este rito, (que no es un simple saludo entre los asistentes), hay que situarlo en su contexto, que es dentro de los ritos de preparación para la comunión:

-        La recitación del Padre Nuestro donde conservamos las mismas palabras con las que Jesús nos enseñó a orar. Sobre todo la petición: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

-        La oración preparatoria que recita el sacerdote: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: mi Paz os dejo, mi Paz o doy…“  donde se recuerda que la paz proviene de Cristo, no es fruto sólo de nuestro deseo humano.

-        Después de este recuerdo del don de la Paz de Cristo, el sacerdote, que actúa en nombre de Cristo, se dirige al pueblo de manera semejante: “La Paz del Señor esté siempre con vosotros”, de modo que se manifiesta que no es una paz simplemente humana la que nos vamos a entregar, sino que es la Paz del Señor.

-        Enseguida continua con la invitación: “Daos fraternalmente la Paz”.

 

Sólo después de estar preparación, bien realizada, es posible acercarse a comulgar.

Así pues, no es un simple saludo de fraternidad, o un gesto de amabilidad. El misal, las indicaciones que da para este momento dice: “Los fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan”.  

 

Tiene un significado profundo

De lo dicho anterior se ve que tenemos que tener presente varias cosas:

-        Es la paz de Cristo la que queremos darnos, no es mi paz. Está implícito el don del Espíritu Santo que da Cristo a sus discípulos.

-        No es un deseo de paz o tranquilidad psicológica entre nosotros. La motivación para la paz es primeramente motivación de fe.

-        La unión que se realiza en la “común-unión” eucarística, es ahora manifestada “al modo humano”.

-        Es una paz que transciende y va más allá del que está a mi lado. Por qué el deseo de paz de Cristo es para todos.

-        Se trata de un paz que está en construcción, que no ha sido alcanzad plenamente. Aunque con los que están a mi lado pudiera parecer que si, está paz tiene que profundizarse y alcanzar a toda la humanidad.

 

¿Cómo lo realizamos?

Es uno de los gestos que el misal presenta como opcionales. Es decir, que aunque nos hemos acostumbrado a realizarlo cotidianamente, no tiene el sacerdote que celebra que invitar a realizarlo siempre. No debe extrañarnos si algún sacerdote no lo realiza.

 

Lo habitual entre nosotros es darnos la mano. No es necesario más. En otros lugares, en otras culturas, pueden ser más expresivo y adecuados otros gestos, como sucedía en la antigüedad con “el beso de la paz”, o sucede hoy día en países de oriente que  los que volviéndose hacía la persona a la que se ofrece la paz,  realizan una inclinación del cuerpo o de la cabeza.

 

En la era post-covid, realizar el gesto de la paz con una inclinación, también ha calado entre nosotros. Lo importante es mantener el sentido profundo y no convertirlo en un simple saludo, como si nos hubiéramos encontrado en la calle, y no estuviéramos celebrando la Cena del Señor.



     

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