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Terminada la liturgia de la Palabra, se realiza el ofertorio, y la oración sobre las ofrendas , el prefacio, el Santo, la plegaria eucarística. Nos preparamos para recibir la comunión
LA COMÚN-UNIÓN PROPIAMENTE DICHA
La Comunión es el momento en el que se hace visible y culmina lo que en toda la celebración de la misa venimos celebrando, la común-unión con Cristo y con la Iglesia.
Es un momento muy personal, de unión íntima con Cristo, pero también es un momento de comunión con todos los que celebran la misa, no sólo en ese momento y en la iglesia en la que estamos, sino a lo largo de toda la tierra, y a lo largo de los siglos. Y es que cuando nos unimos a Cristo, que eso significa común-unión, no estamos uniendo también a todos los que reciben de modo semejante al Señor.
Dicho de otra manera: la comunión no la recibimos en nuestra casa y nosotros solos, sino que la recibimos en unión de otras personas y de manos del sacerdote que representa en ese momento a Cristo y a la Iglesia. Por eso, para recibir la comunión es necesario vivir como el Señor nos pide, pues no podemos unirnos a Él, y vivir luego apartados de sus mandamientos. Pero también es necesario vivir como nos pide la Iglesia. No podemos decir “amén”, al sacerdote que nos presenta y ofrece el Cuerpo de Cristo, y luego vivir de otro modo al que nos pide la Iglesia.
Nunca se insistirá lo bastante en todo lo anterior. Para recibir al Señor, es necesario vivir en amistad con Él y en unión con la Iglesia (antiguamente se decía estar en gracia de Dios). No es el momento de obrar según nuestras apetencias, y acercarnos o comulgar, porque me apetece, porque en este momento me dice algo, porque siento necesidad, o por lo que sea. ¿Has vivido como Cristo enseña? Va a entrar en común-unión con la Iglesia ¿De verdad estas unido a la Iglesia? O ¿Sólo te vas a acercar a comulgar, porque ahora te apetece?
EN LA PRÁCTICA, ¿CÓMO COMULGAR?
Dicho esto, que es lo principal, nos acercamos a comulgar y realizamos un acto de adoración. Si vamos a comulgar de rodillas, este es el gesto de adoración propiamente dicho. Si vamos a comulga de pie, justo antes, cuando está comulgando la persona que está delante de nosotros, hacemos una genuflexión o bien, si nuestras rodillas no nos lo permiten, podemos hacer una inclinación de nuestro cuerpo.
Cuando estamos delante del sacerdote, hay dos modos para comulgar, los dos de gran tradición y antigüedad, y los dos con un profundo significado:
En la boca. Para lo cual, después de responder “amén” al sacerdote, tenemos que abrir un poco la boca y sacar la lengua. Se debe evitar coger, pues no somos nosotros los que cogemos el Cuerpo de Cristo, sino que lo recibimos. Esta manera de comulgar nos lleva a pensar que es el mismo Cristo el que nos alimenta.
En la mano. Para lo cual, una vez colocados delante del sacerdote, colocamos una mano encima de la otra (la mano con la que mejor nos manejemos debajo). Respondemos “amén” al sacerdote, que coloca sobre nuestra mano el Cuerpo de Cristo, y con la mano que está debajo, lo tomamos y lo llevamos a la boca. Aquí también hay que evitar coger, algo que se da con frecuencia. Desde antiguo, en esta manera de recibir la comunión se veía como un signo de que recibimos al Señor como en un trono que formamos con nuestras manos. Solo queda mirar en nuestra mano queda alguna partícula, algún trocito de la Sagrada Forma que se haya podido desprender. Si es así, lo llevamos a nuestra boca.
Entre algunas personas se ha extendido la idea de que comulgar en la mano es más “moderno”, más de cristianos adultos, que tienen el mismo derecho que el sacerdote a coger el Cuerpo de Cristo. Nada más lejos de la realidad. Ya está dicho el significado de recibir la comunión en la mano (como en un trono) y en cuanto a “modernidad”, recibir la comunión en la mano, es algo bastante antiguo.
Merece la pena pensar un momento en el significado del “amén” con el que contestamos en ambos casos al sacerdote. Es un “amén”, es decir, “así sea”, no sólo a que ahora recibo al Señor, sino es un “así sea” a todo lo que significa unirnos con el Señor. Es un “amén”, a la vida que Cristo nos da, pero también estamos diciendo “así sea” al sufrimiento o al dolor que el Señor pueda permitir para nuestro bien.
Al decir “amén” estamos aceptando unir nuestras vidas a la de Cristo y la vida de Cristo es una vida nuestra de Resurrección, pero también de aceptación de la voluntad del Padre (para nosotros de aceptación de la voluntad de Dios) que también tiene para Él un camino que lleva a la cruz.
Mientras esperamos el momento en que tenemos que comulgar, o si no vamos a comulgar, y también cuando hemos comulgado y regresado a nuestro sitio, permanecemos de pie. Es muy bonito ponernos de rodillas al regresar a nuestro sitio y centrarnos en el Señor que acabamos de recibir, pero hay que recordar que la comunión no es un acto individual, sino que comulgamos “todos” y en todos, por eso mostramos está común-unión también con nuestra actitud exterior. Permanecemos de pie hasta que todos ha comulgado o bien hasta que el sacerdote hace la reserva del Santísimo en el Sagrario.
SILENCIO Y ORACIÓN
Terminado el rito de comunión, ya en nuestro sitio, es el momento de darle gracias a Dios. A veces también se hace comunitariamente con algún canto.
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