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Terminada la liturgia de la Palabra, se realiza el ofertorio, y la oración sobre las ofrendas , el prefacio, el Santo, la plegaria eucarística.
NOS PREPARAMOS PARA RECIBIR LA COMUNIÓN
Terminada la Plegaría Eucarística, nos preparamos para recibir la comunión, y lo hacemos rezando el Padre Nuestro, la oración que nos enseñó el Señor.
No podemos imaginar otra oración mejor para este momento, son las mismas palabras que dijo el Señor a sus discípulos cuando estos le pidieron que les enseñara a orar.
Merece la pena que dediquemos algún tiempo a profundizar y meditar sobre estas palabras.
Como curiosidad, hay que decir, que es la única oración que no termina con el habitual “amén”.
Pronunciamos sólo las palabras que nos transmitió el Señor, y no le añadimos nada. La costumbre puede hacer que algunas personas lo añadan, como se hace en otras oraciones.
Algunas personas también han tomado como costumbre el extender los brazos como signo de oración. Pero está indicación es sólo para el sacerdote.
Continúa el sacerdote con la oración de conclusión del Padre Nuestro, que reafirma la petición que hemos hecho: líbranos del mal.
LA PAZ
El rito de la paz tiene como dos partes:
- La primera en la que el sacerdote nos recuerda que es Él el que nos da la Paz, como a los discípulos después de su Resurrección. Para un judío, como Jesús, como los apóstoles, la Paz, no es ausencia de guerra o tranquilidad, sino que es signo y resumen de todos los bienes que proceden de Dios. Por eso los primeros cristianos identificaban la Paz con el don del Espíritu Santo. Con el Espíritu Santo que recibimos los discípulos de Cristo, recibimos todos los bienes.
- El segundo aspecto es que si Cristo es quien nos da la Paz, a cada uno de nosotros y a todos como comunidad, está debe fluir. El sacerdote nos invita a que entre nosotros nos demos la Paz. Si se ha entendido lo que significa la entrega de la Paz por parte de Jesús a sus discípulos, se entenderá que el rito de la Paz no es un simple saludo entre los que asistimos a la Eucaristía.
Recordamos que estamos preparándonos para recibir la comunión, y la comunión es unión con Cristo, pero también entre nosotros. La Paz que nos damos expresa visiblemente lo que luego al recibir el Cuerpo de Cristo se va a realizar de un modo no visible. Al darnos la Paz, manifestamos la común-unión que hay entre nosotros.
Por otra parte, si para celebrar la Eucaristía nos hemos preparado pidiendo a Dios el perdón de
nuestros pecados, ahora realizamos este mismo gesto con los que asisten a misa. Manifestamos así el perdón que damos a los demás, y al mismo tiempo pedimos a los demás este perdón, si fuera necesario.
Como se ve, se trata de un gesto con un profundo significado, que va más allá de ser un simple saludo de amistad.
LA PREPARACIÓN INMEDIATA PARA LA COMUNIÓN
Mientras se canta o recita la triple invocación “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo...” el sacerdote parte la forma, lo que nos recuerda que el Cuerpo de Cristo ha sido “roto” por la pasión y sobre todo por la muerte de Cristo.
También toma un trozo y lo deposita en el cáliz, con lo que simboliza que Cuerpo y Sangre de Cristo son uno; no está separado el Cuerpo, por un lado, y la Sangre por otro.
Antes de recibir la común-unión, el sacerdote nos muestra la Sagrada forma diciendo “Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”, a lo que todos contestamos: “Señor nos soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
Como se ve, tanto lo que nos dice el sacerdote, como lo que nosotros respondemos, son palabras que están tomadas de la Sagrada Escritura. Las primeras fueron pronunciadas por el Bautista al señalar a Jesús “el Cordero de Dios”, que recuerda los corderos que se ofrecían en el Tempo de Jerusalén como sacrificio a Dios para el perdón de los pecados. La respuesta que damos, nos recuerda las palabras del Centurión que pedía la curación su criado (Mateo 8, 5-11), pero que no se considera digno de que Jesús entre en su casa.
El sacerdote comulga diciendo en voz baja: “El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna”. Y de modo similar cuando va tomar la Sangre de Cristo: “La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna”.
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