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Terminada la liturgia de la Palabra, se realiza el ofertorio, y la oración sobre las ofrendas , el prefacio, y el Santo, la plegaria eucarística.
PARTES DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA
La Plegaría Eucarística, aunque nos parezca una oración que recita el sacerdote, y que es siempre lo mismo (ya hemos visto que no, que hay hasta un total de trece), tiene un ritmo y un contenido, o dicho de otra manera un modo de hacer en cada momento.
Epíclesis o invocación al Espíritu Santo.
Una vez que se ha recitado el prefacio y cantado (o recitado) el santo, se invoca al Espíritu Santo para que “santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu”, o “Por eso, Señor, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti”, u otra expresión similar en la que se pide que el Espíritu Santo transforme el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El sacerdote coloca las manos sobre el pan y el vino, gesto con el que se simboliza que el Espíritu Santo actúa sobre el pan y el vino. Este gesto recuerda el libro del Génesis donde se dice que “un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Genesis 1, 2) o más cercano a nosotros en la Encarnación del Verbo, cuando se dice a María “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1, 35).
Es el momento en el que nos ponemos de rodillas en señal de adoración por la cercana presencia del Señor en el pan y el vino.
Relato de la consagración.
Como su nombre indica se relata la consagración. Se trata de recordar (o mejor diríamos, actualizar) lo que hizo y lo que dijo Jesús en la noche de la última cena. Es llamativo que el sacerdote pasa de hablar de lo que hizo Jesús, (“Tomó pan, lo partió…”, o “Tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos…”, a recitar en primera persona las palabras de Jesús. Con esto se está indicando que el sacerdote actúa como el mismo Cristo.
Sucede lo mismo en otros sacramentos, donde el sacerdote dice “Yo te perdono…”, (en el sacramento de la penitencia o confesión), o en el bautismo: “Yo te bautizo...”. No dice, “Jesús te perdona” o “Jesús te bautiza”, que sería en buena lógica lo que nos parece debería decir, sino que actúa en nombre del mismo Cristo y dice: “Esto es mi cuerpo”, o “Éste es el cáliz de mi sangre”.
Por eso decimos que en la misa es el mismo Cristo el que celebra la Eucaristía.
Las palabras de la consagración son la parte central de la misa. En estas palabras, con la nueva edición promovida por el papa Benedicto XVI se ha producido un cambio que nos resulta muy llamativo. En lugar de decirse “qué será derrama por vosotros y por todos los hombres”, ahora oímos “qué será derramada por vosotros y por muchos”.
Este cambio ha llevado a algunos a pensar si el cuerpo y la sangre de Cristo, sólo se ofrece en sacrifico por “muchos” y no por todos, como se decía en la traducción anterior.
La doctrina no ha cambiado, creemos que el sacrifico de Cristo es por toda la humanidad.
El cambio se ha realizado por buscar una traducción más literal de las palabras de Jesús. Los estudiosos hablan de un semitismo, es decir una expresión habitual en el mundo judío, que se traduce al pie de la letra. La manera que tiene un judío de decir “por todos”, es decir “por muchos”. Es algo parecido a lo que hacemos nosotros cuando para decir que hay mucha gente, decimos que había “cientos de miles”. No queremos decir que había exactamente “cientos de miles”, sino que había muchas personas, aunque nos resulta imposible saber cuántos con exactitud.
En el fondo se trata de un cambio de criterio en la traducción de las palabras de Jesús. La traducción antigua era más comprensible, pero menos fiel a lo que dijo Jesús. La traducción actual es más al pie de la letra, lo que hace que sea menos comprensible para nosotros.
Aclamación.
Terminado el relato de la consagración, el sacerdote dice: “Este es el misterio (o el sacramento) de nuestra fe”, a lo que todos contestamos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!" La expresión “misterio”, o “sacramento” son equivalentes. La primera (misterio) es de origen griego. La segunda (sacramento) es su traducción al latín.
Memorial.
Que recibe este nombre porque se recuerda que celebramos el recuerdo de la muerte y resurrección de Cristo.
Intercesiones.
O peticiones, por la Iglesia, por el Papa y el obispo, por todos los que cuidan de tu pueblo.
Es el momento de pedir por los difuntos, o por los que celebran algo especial: una boda, primeras comuniones, etc.
Doxología.
Es la gran aclamación final “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”. Todos los asistentes responden y se unen a todo lo dicho y realizado hasta el momento diciendo: “Amén”. Se trata del amén, así sea, más importante de toda la misa y de toda la liturgia, pues con él nos unimos y aceptamos a todo lo realizado.
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