El pan y el vino de la misa.
El pan y el vino, nos hablan por sí mismos de su significado en la celebración de la misa: alimentos habituales destinados a darnos vida y alegría. Son protagonistas en la celebración de la eucaristía. Con frecuencia pasan desapercibidos por nuestras celebraciones, pero ellos representan lo que cada uno de nosotros llevamos para la celebración de la misa.
El pan que utilizamos en la celebración de la misa, es pan ácimo, es decir, pan sin levadura. Este es el pan que utilizó Jesús, y que usaban los judíos en la celebración de la Pascua. Este pan sin levadura recuerda la salida precipitada de Egipto hacia la tierra prometida. Por razones prácticas tiene la forma de pequeña obleas, de modo que ya tiene la forma adecuada para ser repartido. Si el pan tuviera la forma de una gran pan (seguro que Jesús si utilizó un gran pan) habría dificultades para partirlo (el pan sin levadura es realmente duro) y luego distribuirlo.
En caso de necesidad es posible celebrar la misa con pan ordinario y de hecho durante el primer milenio la eucaristía de celebraba con pan fermentando. Los orientales lo siguen haciendo así, pues argumentan que de esta manera el pan mejor su categoría de comida. Las formas de misa, habituales entre nosotros, resultan prácticas para la distribución de la comunión, pero pierden significado como comida.
El vino también contiene una riqueza de simbolismo por sí mismo. Si acudimos a los Evangelios, además de en la última cena (la primera misa) también lo encontramos en otros lugares como en las bodas de Caná, en la enseñanza sobre los odres y el vino nuevo (Lucas 5, 33-39).
Al vino para la celebración de la misa, lo único que se le pide es que sea de verdad vino. Es decir zumo de la uva fermentado. Si es dulce o amargo, joven o viejo,… es sólo cuestión de gustos. Lo único que se le pide es que sea “vino natural y puro, sin mezcla de sustancia extrañas y que no esté corrompido”. (Código de derecho canónico nº 924).
Es curioso que durante siglos en oriente se ha preferido el vino tinto, y en occidente el blanco. Recientemente, como desde hace un siglo, se ha “puesto de moda”, utilizar vino de misa. Responde esta moda a la necesidad de garantizar que el vino que se va a utilizar en la misa es verdaderamente vino y no mezcla de sustancias que lo imiten.
El agua en el vino.
Si el ofertorio con frecuencia pasa desapercibido y no recibe toda la importancia que tiene como ofrenda que hacemos a Dios, hay otro gesto que todavía suele ser más ignorado: el agua que el sacerdote añade al vino que en el cáliz.
Es muy probable que Jesús en la última cena ofreciera a sus discípulo vino mezclado con agua, pues era la costumbre en la antigüedad, ya que el vino por lo general era demasiado fuerte para ser tomado sin mezclar con agua.
Con el tiempo, este rito de poner un poco de agua en el cáliz, ha recibido varios significados:
- El primero y principal, es que así lo hizo Cristo.
- Pero también se ve simbolizada la unión del pueblo cristiano (el agua) con Cristo (el vino).
- El recuerdo del agua y de la sangre que brota del costado de Cristo en la cruz.
- O incluso se ha interpretado este gesto como símbolo de las dos naturaleza de Cristo, la humana y la divina.
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