La ceniza:
Es uno de los signos característicos del tiempo de cuaresma y tiene gran tradición cristiana, una tradición que arranca ya en el Antiguo Testamento. La ceniza da nombre al día que comenzamos la cuaresma.
La ceniza, a través de la historia:
En los primeros siglos sólo recibían la ceniza los que pertenecían al orden de los penitentes, es decir, aquellos que querían recibir la reconciliación al final de la cuaresma, el Jueves Santo.
Fue hacía el siglo XI cuando, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, se vio que el gesto de recibir la ceniza era bueno para todos y así se empezó a realizar al principio de la cuaresma. Toda la comunidad se reconocía así pecadora y se ponía en camino de conversión.
Después del Vaticano II la imposición de la ceniza no se hace al principio de la celebración, separada de la celebración de la misa, sino que se hace dentro de la misma misa. Pero además se permite que se realice con una celebración de la Palabra, pudiéndose con ello realizar allí donde no haya sacerdote.
Junto con la clásica expresión “acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”, tomada del libro del Génesis (3, 19) se ha añadido otra tomada del evangelio de San Marcos (1, 15): “Convierte y cree en el evangelio”.
Significado:
La ceniza nos recuerda nuestra caducidad.
El origen de nuestro cuerpo está en el polvo y también es el polvo nuestro destino.
El Antiguo Testamento nos lo recuerda en diversos momentos:
“Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Génesis 2, 7). “Hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Génesis 3, 19). “Yo que soy polvo y ceniza” (Génesis 18, 27). “Polvo y ceniza son los hombres” (Sabiduría 17, 32). “Todos caminan hacia una misma meta: todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo” (Eclesiastés 3, 20). “Todos expiran y a su polvo retornan” (Salmo 104, 29).
El que la ceniza que se nos impone se obtenga al quemar las palmas usadas en la celebración del Domingo de Ramos quiere ser un recordatorio de que lo que fue signo de victoria y vida se ha convertido pronto en ceniza.
Pero la imposición de la ceniza también nos recuerda la invitación del Señor a convertir nuestra vida, y ponernos en camino hacia la Pascua. Las lecturas de la misa del miércoles de ceniza son una invitación apremiante a la conversión.
En la Sagrada Escritura la ceniza es uno de los símbolos más usados para indicar la conversión y el cambio de vida. El texto más conocido es el que nos narra el libro de Jonás “ Los ninivitas creyeron den Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de saco… el rey se sentó sobre ceniza” (3, 5-6).
También la ceniza expresa la súplica que interiormente hacemos a Dios, como en el libro de Judit: “rostro en tierra, se echó ceniza sobre su cabeza, y clamó al Señor en voz alta”. (9,1).
Pero la imposición de la ceniza es sobre todo futuro, porque la recibimos justo cuando vamos a empezar nuestro camino hacia la Pascua, hacía la Resurrección del Señor.
Si las cenizas son en cierto modo un signo de muerte, no podemos olvidar que la muerte, para el cristiano, es el camino de la Resurrección. Como el polvo al que Dios insufló vida o como el grano de trigo que muere para dar fruto.
La cuaresma en un “sacramento”, un signo de la Pascua. Junto con el agua que recibimos enmarcan toda la Cuaresma. Desde la ceniza con la que empezamos nuestro camino hasta el agua que nos da vida de los hijos de Dios.
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