El Ayuno
Una característica del cristianismo es la importancia que tiene el comer y el beber.
Jesús aparece muchas veces participando de las alegrías de las comidas.El culmen de la vida cristiana, la Eucaristía, es precisamente comer y beber.
Sin embargo, también el ayuno entra dentro de los valores y los signos expresivos de la fe cristiana. Es una gran herencia que hemos recibido, que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, que llega a nosotros a través de siglos de práctica.
Cuando el ayuno se realiza durante la cuaresma, pasa de ser una práctica ascética personal y privada, a formar parte del camino cuaresmal hacia la Pascua.
En el Antiguo Testamento:
El ayuno es signo de penitencia y expiación por los pecados. Signo de la renuncia a uno mismo y de la prioridad de Dios. Es como una oración que elevamos a Dios con nuestro cuerpo y a veces se una a la oración: es el cuerpo y el alma que oran juntos.
Con frecuencia el ayuno aparece relacionado con el número cuarenta como preparación a un gran acontecimiento. Esto nos lleva lógicamente a los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto y la institución de la cuaresma.
El ayuno cristiano:
Con el ayuno cristiano expresamos la prioridad de Dios sobre los bienes materiales, incluso sobre aquellos que consideramos “necesarios” para vivir. El ayuno es como una voz profética que penetra en nuestra vida y nos dice: “sólo una cosa es necesaria”.
Se nos invita a entender el alimento como “primicia de las realidades eternas” (segundo prefacio de cuaresma).
Con la privación del alimento experimentamos nuestra debilidad, y sintiendo esa debilidad se nos invita a poner nuestra confianza en Dios.
La renuncia al pan humano, expresa nuestro deseo del pan celestial y la esperanza de la vida eterna.
¿En qué consiste?
El ayuno es la privación total o parcial de comida o bebida, se entiende que por motivos religiosos y realizado voluntariamente. No debe confundirse con la abstinencia, que en la disciplina de la Iglesia es la privación de comer carne. Tampoco debe confundirse con el ayuno eucarístico con el que expresamos nuestro aprecio singular por el “Pan de Vida” de la Eucaristía.
Son días ayuno y abstinencia el miércoles de ceniza y el viernes santo. Son días de abstinencia todos los viernes del año, aunque los días fuera de la cuaresma cuando no es posible realizar la abstinencia, realizar en su lugar algún sacrificio o actos de piedad.
Durante la cuaresma, el ayuno y la abstinencia siguen manteniendo su carácter penitencia y de renuncia, pero adquieren también un sentido comunitario, pues es toda la Iglesia la que realiza este mismo gesto.
Es decir, que ya no se trata de hacer algo que “cueste”, sino de realizar algo que nos une. El ayuno y la abstinencia cuaresmal pasa de ser algo ascético a ser algo eclesial y litúrgico pues toda la comunidad cristiana se dispone así para celebrar la gran fiesta cristiana que es la muerte y resurrección de Cristo.
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