En nuestras celebraciones comunitarias, quizás también en nuestra oración personal, no sólo oramos con nuestras palabras y con nuestros pensamientos, sino que se nos invita también a orar con nuestro cuerpo. Destacan los gestos y posturas que expresan humildad. Son varias y muy distintas estas expresiones. Conviene conocerlas, reflexionar un poco sobre ellas y sobre todo, al llevarlas a cabo, que nuestro interior también sienta y esté en sintonía con lo que realizamos en el exterior, de lo contario mereceríamos el mismo nombre que ya se aplicaba a los fariseos.
LOS GOLPES DE PECHO
Encontramos este gesto en el publicano (Lucas 18, 9-14) que nos describe Jesús que “no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador”. Es también la actitud de la muchedumbre que contempla la muerte de Cristo: “y todos los que había acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho” (Lucas 23, 48). Muchos santos son representados en actitud penitencia golpeándose el pecho. En la celebración de la misa, se nos invita al recitar el “Yo confieso”, a golpearnos el pecho. Golpearse el pecho es reconocer la propia culpa, apuntar a sí mismo, al mundo interior, que es donde se gesta el mal. Debe ser un gesto bien hecho, que debe ir precedido de nuestro reconocimiento interior de ser pecadores. Sólo así es posible realizarlo con pleno significado.
LAS INCLINACIONES
Pueden ser inclinando sólo la cabeza o inclinando nuestro cuerpo. Expresan reconocimiento y respeto por el otro. No se usan sólo en la liturgia, sino también en nuestra vida social. En nuestras celebraciones la inclinación de cabeza la realizamos: ante una imagen sagrada, ante el obispo, al nombrar las tres personas divinas (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo). La inclinación profunda o del cuerpo la realizamos ante el altar (a no ser que hagamos genuflexión porque está el Sagrario).
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