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Terminada la liturgia de la Palabra, se realiza el ofertorio, y la oración sobre las ofrendas.
PREFACIO
El nombre ya nos dice algo sobre esta oración, es el pre-facio, lo anterior a lo que se va a hacer, que es la plegaria eucarística y dentro de ella la consagración del pan y vino.
Reconocemos fácilmente esta oración porque comienza con un diálogo entre el sacerdote y los asistentes: -El Señor esté con vosotros, - y con tu espíritu. Etc. Se trata de una invitación a levantar el corazón y dar gracias a Dios con la oración que se va a realizar a continuación. No en vano, Eu-caristía, de un modo literal significa: ”buena acción de gracias”.
En este momento ya estamos de pie, pues nos hemos levantado justo cuando el sacerdote nos dice, antes de la oración sobre las ofrendas: “Orad hermanos, para que este sacrificio…”
Hay numerosos prefacios: para los domingos o los días de diario. Para el tiempo de adviento, de navidad, de cuaresma y pascua. Para las fiestas de la Virgen, de los apóstoles, de los mártires, de los santos, religiosos, pastores,… Las fiestas principales tienen su prefacio propio, como Pascua, o Navidad. Las fiestas principales tienen su prefacio propio.
Es muy interesante atender al contenido del prefacio, pues va a narrar lo que celebramos en la fiesta, y dar las razones de esa celebración. Por ejemplo, el prefacio de la fiesta del apóstol Santiago que celebraremos próximamente (25-julio), después del diálogo del sacerdote con los asistentes y de la introducción en la que se declara que es justo y necesario dar gracias a Dios, dice: “Porque Santiago, testigo predilecto, anunció el Reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo, y, el primero entre los apóstoles, bebió el cáliz del Señor”. Como se ve, teniendo presente el Evangelio, se recuerda que Santiago fue testigo de los hechos y dichos de Jesús, y de un modo privilegiado, pues muchas veces, junto con Pedro y Juan, acompañaban a Jesús. Se recuerda que fue el primero que sufrió el martirio, según Jesús le había anunciado “Mi cáliz lo beberéis”.
Continúa este prefacio de la fiesta de Santiago recordando la razón por la cual lo veneramos y celebramos su fiesta: “con su guía y patrocinio se conserva la fe en los pueblos de España y se dilata por toda la tierra, mientras tu apóstol alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a ti, por Cristo, Señor nuestro”. Las razones por las celebramos la fiesta aparecen aunque se brevemente, pues se le considera protector de la fe en España y en los pueblos de América (los pueblos de España, y se dilata por toda la tierra), y al mismo tiempo se recuerda a cuantos peregrinan en memoria de él a Santiago de Compostela.
El prefacio termina invitándonos a unirnos a los ángeles y los santos, para canta o recitar el Santo.
SANTO, SANTO, SANTO
El Santo recuerda las palabras del profeta Isaías: “¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6, 1-5), así como las del libro del Apocalipsis: “Santo, santo, santo es el Señor dios, el Todopoderoso, el que era el que es y el que vendrá” (Apocalipsis 4, 2-8).
Santo es el nombre que describe propiamente a Dios. Con este nombre no nos referimos a una cualidad moral, como si dijéramos que Dios es bueno, sino que queremos decir que Él es distinto de todo lo demás que ha creado.
Más conocida y quizás más clara para nosotros es la referencia a la entrada de Jesús en Jerusalén, donde la multitud aclama: “Hosanna, al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas” (Mateo 21, 1-9). Como se ve, no es algo que hayamos “inventado” nosotros, sino que la inspiración en la Sagrada Escritura es constante.
Distinguimos claramente dos partes: la primera en la que la que se aclama a Dios en cielo, con referencia a Isaías y Apocalipsis. La segunda, más terrena y cercana a nosotros donde se aclama al que vienen en nombre del Señor.
Parece como si se nos invita a recibir a Jesús que viene en la Eucaristía bajo la apariencia de pan y vino.
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